5 de abril de 2013

Terapias Florales


Utilizar esencias florales como medio curativo no es algo nuevo como podría suponerse. Los aborígenes australianos, considerados una de las culturas más antiguas del mundo, siempre han usado las flores para curar los estados emocionales y las consecuencias de estos sobre el cuerpo, al igual que los antiguos egipcios.
En la Edad Media, Paracelso investigaba distintas formas de preparar remedios a partir de plantas y flores y decía: “...observemos la planta y percibamos en ella la señal de su curación”. En sus investigaciones, observó que cada planta ejerce en el lugar donde crece un “impulso terapéutico”, que se expresa en sus constituyentes internos, y además en su forma, porte, modo de crecer, color y perfume...” (Philippe Deroide).
Este conocimiento ancestral se ha ido transmitiendo a través del tiempo. Así, nos encontramos con el Dr. Edward Bach (1886-1936), que en la década de 1930 re-descubrió este método curativo y preparó sus célebres 38 remedios florales, utilizando flores silvestres de la campiña inglesa.
Las esencias florales, a diferencia de otros remedios obtenidos del reino vegetal, no poseen elementos químicos en su composición, careciendo por lo tanto, de toxicidad alguna, lo que las hace accesibles a personas de toda edad y estado (inclusive mujeres embarazadas y bebés). Su acción es debida a la  energía vital concentrada que poseen, la cual es específica de cada esencia individual y que se  corresponde con el estado mental o emocional que tenemos en desequilibrio en el momento de la consulta.
El “patrón energético vital”, de cada esencia floral permite recuperar el equilibrio de la emoción o estado mental perturbado, de una forma similar a como se produce la afinación de un instrumento musical. Al producirse ese re-equilibrio, cesa la manifestación displacentera y el síntoma físico asociado con ella (por ejemplo ante incesantes preocupaciones podemos padecer dispersión mental, falta de concentración y/o dolor de cabeza, e incluso insomnio).
Resulta interesante observar que cualquier organismo vivo (planta, animal, o ser humano), “decodifica” la “información” impresa en la esencia floral y produce la transformación paulatina del síntoma. En otras palabras: la energía del remedio actúa siempre, e independientemente de si el paciente cree o no en su eficacia.
Si el remedio administrado no se corresponde con el estado que debe ser corregido, por haber sido prescripto erróneamente, no actúa, y por lo tanto no se producirá la curación, pero, sin embargo, no generará ningún efecto secundario, como ocurre habitualmente con los medicamentos.

La terapia del Dr. Bach, actualmente aceptada por la OMS, no es incompatible con ningún otro tipo de terapia. Por su sencillez, se puede administrar conjuntamente con cualquier otro tipo de tratamiento. Este tipo de remedios carece de toxicidad alguna y de efectos secundarios. Una ingesta excesiva no es en absoluto perjudicial. Incluso tomar una flor que el paciente no necesite, tampoco es dañino en absoluto: sencillamente no afectará al paciente en ningún sentido. Esta medicina es  altamente preventiva, pues se puede administrar también en personas que ni siquiera hayan mostrado el más mínimo indicio de enfermedad, pero que por su comportamiento se prevea que en un futuro pudieran padecer alguna dolencia relacionada con sus defectos. 




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